Lo que importa para aceptar la paz es la resiliencia: la capacidad
de erguirse y continuar por la vida después de las injusticias sin esperar
recompensas extraordinarias ni castigos apocalípticos para otros.
En ello nos afecta un lastre muy colombiano que nos conduce a
estar pendientes siempre de los premios para nosotros y del garrote para los
demás.
Aquí pensamos que ésa es la justicia: una ocasión para hincar la
tarasca sobre el dinero.
Pero la justicia, en dimensión histórica, es apenas la verdad…
[El concepto de justicia entronca con la tradición católica y los
conceptos prístinos de la misericordia (hasta el 20 de noviembre de 2016 los católicos celebran un año jubilar extraordinario decretado por Francisco con indulgencias plenarias y para que todos sean "misericordiosos como el Padre"), la caridad y el perdón. Dichos valores,
olvidados por una nación que se dice practicante, nos debieran conducir a
valorar y aplicar las enseñanzas primigenias del cristianismo, una doctrina en
muchos aspectos avanzada y tremendamente racionalista.]