El imperdonable genocidio planeado desde los cuarteles, con el beneplácito del ejecutivo obsesionado por generar resultados para mantener su popularidad y ganar ventajas políticas, es el peor atentado del ejército (en toda su negra historia) contra el pueblo. Es por ello que ningún ciudadano de a pie ve en los soldados a sus defensores. Quizá lo sean de los paramilitares, de los narcotraficantes, de los latifundistas, de los empresarios y de los integrantes del gobierno, pero jamás de las capas humildes a cuyos hijos han asesinado con vileza y cobardía. ¡2.000 colombianos caídos como falsos positivos! ¡Absurdo! En un país civilizado se disolvería al ejército culpable de estos crímenes para entregar las funciones de mantenimiento del orden, como siempre debió ser, a la policía nacional.
Pero ésta es la esencia de la llamada seguridad democrática, así que la falla es estructural, no se trata de un mero episodio aislado o de algo circunstancial que obedeciera a decisiones personales erróneas. Lo de los falsos positivos es política de estado y por ello, por semejante descalabro escandaloso debe responder directamente Uribe, no sólo los ignorantes soldados que actuaron como sicarios...
Para terminar, la metodología de los falsos positivos fue aceitada siempre con sumas cuantiosísimas de dinero, con caudales provenientes de las arcas que todos los colombianos contribuimos a llenar con los impuestos, las tasas y las contribuciones que pagamos porque sí o porque no.
¡Es el colmo!: con los falsos positivos mataron a muchos hijos de familias de estratos populares y luego presentaron sus cuerpos para autopremiarse como héroes con millones que también nos sacaron de los bolsillos!!!
