Escribo esta entrada del blog el 20 de julio de 2010, doscientos años después del grito de independencia formal de mi patria.
La verdad es que falta demasiado por alcanzar y que esta fecha es apenas simbólica por lo que respecta al rompimiento del pretérito orden colonial.
Pudo haberse terminado en ese entonces la dependencia de España en algunos ámbitos, pero la mayoría de los colombianos ni siquiera doscientos años después han conocido y disfrutado en realidad sus derechos como seres dignos y respetables.
La injusticia que genera pobreza y esclavitud lo ha impedido. El nuevo imperio y las relaciones internas de poder siguen reproduciendo esquemas y dinámicas de dominación y expoliación groseros y alienantes.
Pero lo que más duele es que la efemérides se convierta simple y llanamente en una operación sicológica a gran escala a favor de las fuerzas represivas del orden.
Es el colmo que por las principales vías de la capital y de muchas ciudades de Colombia se exhiba con orgullo digno de mejor causa la odiosa parafernalia de la guerra, la misma que irónicamente se adquiere con nuestros impuestos por las malas administraciones que nos esquilman desde el fin nominal de la colonia y de lo que se ha llamado dentro de la historia patria el nacimiento de la república.
El gobierno con estas "inversiones" absurdas en aviones, helicópteros, carros y equipos de combate obstaculiza y pospone la construcción de escuelas y hospitales, la creación de condiciones propicias para el crecimiento de la producción agropecuaria y la solución de las necesidades más sentidas de la sociedad.
El pueblo no debería aplaudir a la zanganería militar que parasita nuestro erario. Ellos y los industriales de la violencia de aquí y de otras latitudes se inventaron las disculpas mentirosas de la guerra contra el narcotráfico y el terrorismo para preservar su inicuo negocio.
¡VAMOS POR LA SEGUNDA Y TOTAL INDEPENDENCIA!